Del Dicho a la actuación


La reputación en muchos aspectos de nuestra vida, por no decir que en casi todos, es muy importante a la hora de crearnos una imagen, tener un cargo público… y suele coincidir en que todos tratamos de individualmente cuidarla mucho; la gran pregunta es: ¿Por qué no se cuida de la misma manera en organizaciones más grandes?

En el caso que tratamos hoy, nos referimos particularmente a la reputación de nuestra clase política, que en este caso está bajo mínimos; en el caso del PP, tal vez por ser quien gobierna, al darse cuenta de esta situación, pidieron ayuda para diseñar una estrategia de cambio ante esta situación al Centro de Estudios Políticos y Constitucionales; tras el que se llegó a la conclusión de que había que fomentar la participación social en la tramitación de proyectos de ley, no una consulta previa, sino en pleno trámite parlamentario.

Tras este análisis nosotros nos preguntamos: ¿Qué papel juega la RSC en este tipo de casos, en los partidos políticos? Pues bien, las empresas se han ido haciendo conscientes de que comportarse como ciudadanos globales responsables es un factor crítico de éxito. No basta con llevar a cabo actividades populares, sociales o medioambientales, si no cambian los comportamientos; pues son éstos los que determinan la eficacia de las acciones. Éstas, en sí mismas, pueden no ser sino una operación estética, meramente reactiva, en cuanto salen a la luz prácticas corruptas o de dudosa moralidad, por muy legales que sean.

En definitiva, los partidos políticos, como la mayoría de la población tienen muy claro que quieren una buena reputación, pero de lo que no se dan cuenta es que reputación y responsabilidad social corporativa, van tan de la mano que pueden llegar a ser indispensables la una para la otra; por lo tanto en vez de construir la casa por el tejado (reputación), empieza construyendo las bases (responsabilidad social corporativa), donde vas a tener que asentar esa estructura techada.

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